viernes, 19 de abril de 2013

Pepe's famous carrot cake

Esta semana ha salido el sol y ha llegado el calorcito a las Españas, así que estamos todos medio histéricos con las lorzas acumuladas en los meses de frío, y medio país está a dieta, ha empezado a correr o las dos cosas. Pues nosotros al revés, hoy proponemos la mayor bestialidad calórica que ha pasado por aquí. Una de esas recetas de la señora granjera de la América profunda que igual te hace una colcha que te enseña a manejar un rifle de repetición. Una tartaza de las que te hacen comprender por qué la mortalidad asociada a la obesidad ha superado por primera vez a la asociada con el tabaco en USA. Una preparación que es una bomba de hidratos de carbono y grasazas de lacteos en toda regla. Sí, amiguitos, por mucho que en su título y en su interior lleve verdurita, no os hagáis ilusiones. Engorda y mucho. Como dijo alguien el otro día, con cosas como esta hay que pasar de la operación bikini a la operación burka. 

Pero una alegría al cuerpo hay que darse de vez en cuando. Y si estamos gordos (soy el primero en entonar el mea culpa), eso tiene más que ver con hábitos de vida poco saludables (incluida una mala alimentación en general) que con comerse un trozo de maravillosa carrot cake un día, una vez, en un cumpleaños, como hicimos nosotros el otro día. Al tratarse de una tarta de cumpleaños, no tengo una foto en condiciones del corte, así que tendréis que imaginaros lo bonito que queda. Porque queda espectacular, y está espectacular. Y no tiene más complicación que el momento de cortar el bizcocho por la mitad para rellenarlo. No es para tanto, pero podéis prescindir de este paso si no os veis con maña suficiente. Yo también empecé haciéndolas sin relleno, pero cuando te atreves la cosa mejora bastante, y los pequeños fallos son fáciles de disimular.

Y de ahí en adelante, el número de pisos es opcional. Las cantidades que aquí damos son para un sólo bizcocho, partido por la mitad y, por lo tanto, con tan solo una capa de relleno. Canónicamente, sin embargo, estas tartas son más altas, así que si queréis ganar el primer premio de la feria del condado, tendréis que hacer dos o más bizcochos y añadirle más pisos. Vosotros mismos.




viernes, 12 de abril de 2013

Blondie, con pistachos


Mientras escribía el título de esta entrada me estaba imaginando a Debby Harry, cantante de la ochentera  banda Blondie, cantando impertérrita Hearth of Glass (como podéis ver aquí). Hasta aquí todo normal, pero en mi imaginación, mientras coge el micro con una mano, con la otra va comiendo pistachos y escupiendo las cáscaras al suelo, dejando el escenario manga por hombro. Asociaciones de ideas algo bizarras, pues, hoy en El Tio Pep. No es que tenga yo noticia de incivismo por parte de Mrs Harry, no vayáis a pensar, más bien al contrario. Que los Blondie se volvieran a reunir con éxito en los noventa y mantuvieran el tipo con un tema como Maria es digno de admiración. Y encima me entero gracias a Google que hizo sus pinitos como actriz coprotagonizando esa marcianada de David Cronnembergh llamada Videodrome. Así que le pedimos perdón desde aquí a Debby, en el remoto caso de que lea estas líneas.

El caso es que la entrada de hoy no tienen nada que ver con la escena pop de décadas pasadas. Blondie, sencillamente, es como se le llama normalmente a un brownie (o especie de) hecho con chocolate blanco en lugar de negro. El resultado es, como podréis aventurar, mucho más suave, bastante dulce y con poco sabor a chocolate. "Para eso hago un brownie", pensaréis. No os falta razón, pero la textura de este bizcocho y la costrita crujiente que se le forma de verdad que merecen la pena. La receta es del libro de The Hummingbird Bakery del que os hablábamos aquí. Eso sí, los pistachos son cosecha propia. Yo intenté pelarlos escaldándolos (como se hace desde siempre con las almendras) y el resultado fue desastroso. Así que, hasta que encontremos algún truco más efectivo, los pondremos con piel (que no cáscaras, no confundir). Se agradecerán aportaciones en este sentido en la zona de comentarios.


viernes, 5 de abril de 2013

Guinness cheese-frosted (or not) cupcakes

O lo que es lo mismo, magdalenas de cerveza negra con cobertura de queso crema, o no. Pero no me negaréis que, ya que nos ponemos en plan cuqui-mono, no es más chuli dejar el título en inglés, osea. 

Ya sé que he despotricado contra la moda cupcakera en más de una ocasión, y sigo siendo un detractor de la pastelería que se come (solamente) por los ojos. Las tartas escultóricas que más parecen figuras de lladró que pasteles (que son, perdonadme la osadía, incomibles y ni siquiera son bonitos, en la mayoría de los casos) ocupan el primer puesto en mis manías. No puedo sino reconocer el mérito en horas de trabajo que llevan, pero no son cosas para comer sino para admirar. Y hacer pastelería en casa con productos químicos propios de la pastelería industrial me parece ya un despropósito del tamaño de la provincia de Cuenca ¡Abajo el fondant!

Bueno, dicho esto, os preguntaréis qué narices hago publicando una receta de cupcakes. En primer lugar, tienes que abrir una lata de cerveza negra para hacerlas, cosa que refuerza tu yo menos cursi porque solo usas la mitad, y algo tienes que hacer con el resto. Más allá del chascarrillo, esta masa de intenso sabor a cacao tiene una textura estupenda y está deliciosa. Para acabar de quitarnos el sentimiento de culpa, nuestro frosting no incluye mantequilla y le ponemos un copete más bien comedido, escaso para los adictos a la glucosa. También podemos prescindir de él, pero le da un toque muy especial, y el resultado es de un elegante blanco y negro que parece que en lugar de tomarte un pastelillo estés metido en una comedia sofisticada del hollywood clásico. 

La receta está más que documentada en la red, pero parece ser que la autoría se atribuye generalmente a la sin par, televisiva y británica Nigella Lawson. Yo tomé las proporciones de esta publicación del blog Mar entre fogones, y  lo único que hemos adaptado es el tiempo del horneado al tamaño pequeño de nuestros pasteles individuales, magadalenas, cupcakes o como queráis llamarlos.

martes, 2 de abril de 2013

Risotto verde de champiñones y espinacas

Parece un contrasentido que la primera receta de arroz de un bloguero alicantino sea un risotto, pero la razón es puramente práctica: todos por aquí tenemos impreso a fuego en la cabeza, el corazón y las papilas gustativas, ese arroz perfecto que suele coincidir con el de nuestro padre en un domingo de campo, nuestra abuela en aquellas reuniones familiares de mesa interminable o el chiringuito playero favorito de nuestras infancias, cuando podíamos pasarnos todo el día al sol sin crema protectora, pero era peligrosísimo bañarse hasta pasadas dos horas del último bocado. En suma, que con tal cúmulo de símbolos sagrados y nostalgias varias es muy difícil competir. Y no seré yo quien se atreva, que ya sabéis que estamos medio empezando en esto de los fogones y no es cuestión de ir por la blogosfera haciendo el ridículo.  Mucho mejor una receta extranjera para pegarse el pegote de arrocero y salir del paso con algo de dignidad. Así, si te dicen, por ejemplo: "Nene, este arroz está engachado", puedes responder: "Es que es así", y quedarte tan ancho. 

La fuente de nuestra receta es esta de  JaviRecetas, pero hemos añadido las espinacas y reducido la cantidad de arroz. Allí encontraréis, además, buenos consejos sobre el risotto y un enlace a la mejor manera de hacer un caldo de verduras. El risotto parece muy complicado, pero mi experiencia es que no tiene mayor secreto que prestarle un poco de atención y que el caldo sea bueno. Porque el caldo aquí lo es todo, ya que el arroz lo que hace es absorber todo su sabor. Yo seguí a pies juntillas las instrucciones que os enlazo arriba, pero le añadí también unas espinacas para potenciar el sabor y el color verdes del plato final. Y fue todo un éxito. Eso sí, quizás motivado por la ausencia de italianos en la mesa de ese día.