viernes, 22 de febrero de 2013

Bizcocho de calabaza, marmolado de cacao

 El otro día estaba en la cola de la caja del súper con mi brócoli, mis yogures, mis zanahorias, mis kiwis y mis manzanas, y no pude dejar de fijarme en una pizpireta parejita que estaba pasando en esos momentos por caja. Los muy inconscientes estaban comprando una cantidad inusitada de productos precocinados, pizzas, bollería industrial de la peor calaña, salsorras en bote de plástico y bebidas hiperazucaradas. Ni una triste bolsa de mezclun de lechugas. Sin embargo, allí estaba yo, con mis lorzas y mi regordeta figura, hermosa, reconozcamoslo, pero también algo boteriana, y la parejita en cuestión eran dos dioses de largas piernas, delgados y hermosos. Por lo que dejaban entrever sus ropajes, los muslos de ella y los brazos de él no podían ser más perfectos y torneados. De glúteos ya no hablaremos por no acabar castigados con un "solo adultos" por parte de blogger. Podía ser simplemente genética, horas de gimnasio, o que estuvieran muy mal por dentro. También podía ser simplemente la edad, y que estén dilapidando su belleza y juventud a marchas forzadas. Pero en ese momento, que queréis que os diga, me dio tal ataque de envidia (cochina) y rabia que en cuanto pagué me fui directo a casa, a hacer un bizcocho. Sí, ya sé que es justo lo contrario de una reacción lógica, pero aquí somos así.
 
Por tanto, para terminar esta semana, en la que hemos llegado a las 5000 páginas vistas en El Tio Pep (dato que lanzo al aire para quien quiera recogerlo, sin darme importancia), nos decantamos por otro de esos clásicos bizcochos que todo el mundo ha hecho alguna vez cuando estaba empezando a hornear; el de mármol. El chiste es de lo más facilón: No se llama de mármol porque quede duro como una losa de idem. sino por su aspecto veteado tan vistoso. Será tan popular entre los principiantes (entre los que me incluyo, no penséis que me hago el condescendiente) porque el hecho de separar la masa en dos mitades, cambiarle el color a una y luego volver a juntarlas sin que acaben de mezclarse te parece una técnica tremenda, el no va más de la dificultad reposteril. En este caso hemos hecho un bizcocho sin lácteos, con calabaza, azúcar moreno y harina integral (vamos, que si fuera más sano no sería un bizcocho). Con alguna pequeña variación, la receta está tomada del blog piedra, papel, azúcar. Vamos a ponernos, que es muy fácil.



miércoles, 20 de febrero de 2013

Crema ligera de brócoli


Decididamente, le debíamos una entrada al brócoli antes de que acabara el invierno. No sólo porque parece ser la más exitosa de la familia de las brasicáceas, también conocidas como las crucíferas (¡gracias, wikipedia!), sino porque tiene una textura y un sabor muy especiales que la convierten en una de las estrellas de la temporada. Me sabe mal por la coliflor, que siempre queda como la hermana fea, y ya sabéis que nos encanta reivindicarla. Pero es que el brócoli no sólo es bonito y está bueno, sino que es bueno, ya que se le atribuyen una cantidad enorme de propiedades beneficiosas para la salud, como podéis ver aquí. Hasta tal punto tiene club de fans que hemos encontrado por la web hasta una asociación de fomento de su consumo. No es que no nos parezca loable su labor, pero nos reafirma en la creencia de que por raro que seas, siempre encontrarás una asociación a la que apuntarte. 

Nosotros el brócoli lo hemos hecho crema y lo hemos acompañado de yogur en lugar de añadirle un lácteo más contundente. Así conserva su ligereza y tiene como un regustillo muy interesante. Para acabarlo de rematar, lo aderezamos, opcionalmente, con un poco de curry y le ponemos maíz tostado (los kikos de toda la vida) como guarnición. Toda la mezcla puede parecer algo extraña, pero el resultado es muy bueno, os lo podemos asegurar. La receta es una combinación de varias, pero esta del sin par Karlos Arguiñano nos dio la idea del curry y los kikos, así que no podíamos dejar de citarla.

lunes, 18 de febrero de 2013

Lentejas con verduras





Debe ser imposible cuantificar el número de blogs que habrán empezado una entrada sobre lentejas recordando el viejo dicho. Nosotros, que estamos muy apegados al tópico, vamos a hacer lo mismo. Allá vamos: Hoy, lentejas; si las quieres las tomas y si no, las dejas. Es que no podía resistirme a hacerlo una vez más. Y tópicos aparte, las lentejas son unas socorridas legumbres de lo más energético y sano, más si las preparamos como hoy, acompañadas de unas ricas verduras. Es lo que por aquí llamamos un plato de lentejas "viudas", por la ausencia de carne en la olla. Pero no se echa de menos (aunque unas lentejas con su jamoncito y su choricete son también sublimes) y entran de maravilla. Para colmo, aguantan muy bien la congelación y el recalentado, así que son una buena opción de cuchara para diario o tupper de oficina.

Buscando inspiración para esta receta, hemos encontrado una gran cantidad de variantes de lentejas con verduras en la red, así que hemos hecho un poco de batiburrillo y hemos acabando encontrando la nuestra propia, que no está nada mal. Algunas versiones pochan las verduras antes de estofarlas, pero nosotros queríamos rendir homenaje a esa frase de las madres cuando explican una receta y dicen "es muy fácil, todo en crudo y ya está". Además, nos apetecía la idea de hacerlas en olla expréss, que ya sabéis que gusta bastante por aquí. Las verduras que hemos utilizado son bastante habituales por estas fechas, pero pueden ser sustituidas por las que queráis. Tened en cuenta que sean hortalizas que aguanten cocciones largas (yo evitaría hojas tipo espinacas, pero hay recetas que las incluyen) y ya está. Muy fácil. Todo en crudo. Y nadie se planteará siquiera dejar de tomarlas.   

viernes, 15 de febrero de 2013

Apple - Kiwi - Crumble


Esta semana, para el postre, nos trasladamos al Reino Unido de la batalla de Inglaterra, allá por 1940. El crumble dicen que se originó entonces y que es un dulce derivado de la escasez de alimentos y del racionamiento en tiempos de guerra. Si no había suficiente cantidad de ingredientes para hacer una tarta, siempre se podía pillar algo de aquí y de allá, combinarlo de forma más pobretona y quedar resultón dentro de las posibilidades de cada momento. Lo justo para quedar bien, y de paso subir la moral de la retaguardia. Será por mi imaginario típicamente audiovisual, pero yo no puedo dejar de imaginarme una cena inglesa y, pongamos por caso, a la Angela Lansbury de La bruja novata, sirviendo un crumble como ese "algo de postre" elaborado y degustado de manera exquisitamente civilizada mientras los aviones nazis sobrevuelan las cabezas de los comensales. Todo muy flemático. Muy inglés. Realmente admirable. ¡God save the Queen!

Así pues, aquí tenéis nuestro crumble, que añade a la manzana original una cantidad nada despreciable de kiwi. Porque se supone que los mejores son los elaborados con frutas ligeramente ácidas. Por ejemplo, este de frutos rojos de canal cocina, del que hemos copiado las proporciones para la masa. Lo normal es hacerlo en un cacharro de horno grande, pero a nosotros nos dio la vena de hacerlos individuales. El resultado fue muy bueno, a juzgar por las críticas recibidas de mi grupo de conejillos de indias del cine club golfa, a los que aprovecho para saludar y agradecer su buena disposición para dar buena cuenta de nuestras pruebas fallutas.


miércoles, 13 de febrero de 2013

Tortilla de champiñones, con puerro y zanahoria


Hoy tenemos una nueva entrega del instituto estadístico de El Tio Pep, ya sabéis, aquel que hizo una encuesta de fiabilidad científica cero para discernir el odio a la coliflor entre la población española. Esta vez preguntamos a nuestros seguidores de Facebook (que aún son pocos, pero selectos) cual era el acabado que preferían para la tortilla. ¿cruda por dentro, jugosilla, bien cuajada o socarrada por fuera y secaina por dentro? Bueno, como es lógico esta última opción no fue elegida por nadie.

Por lo demás, no conseguimos una victoria muy clara ni de los partidarios de la jugosidad ni de los cuajadores, y buscando tendencias parecía que los sanvicenteros (entre los que me cuento) optaban en su mayoría por cuajar bien y los capitolinos (el uso de esta palabra es un guiño a nuestro latinista comentador) la preferían más liquidilla, refinados ellos, pero al final hubo votos cambiados y ni siquiera hubo un mínimo consenso geográfico. De todo lo que se dijo por allí, me quedo con dos consejos, que parecen opuestos pero son ambos muy sabios. Dijo Alazne:  "ni lo uno ni lo otro. Una buena tortilla lleva mucha patata y ha de ser bien gorda. Tiene que estar no muy hecha por dentro" Y añadió Jordi: "En el punto justo en el que el líquido ya no aparece al partirla, quedando muy tierna por dentro. Para lograrlo hay que hacerla más bien fina para que se haga homogéneamente (como el arroz) y nada de fuego fuerte para que no se queme por fuera". Me apunto al tema del poco huevo de Alazne, y a mi, como a ella, me gusta hacerla gordita. Sin embargo, mucho ojo a lo que dice Jordi, porque la mejor tortilla que he probado (la de mi madre, como no) es más bien fina. Y lo del fuego mínimo es fundamental.

Por cierto, todos entendieron que hablábamos de tortilla de patatas (que es una cima de nuestra civilización), y al final la hemos hecho con esta combinación de verduras, que no es una cima, pero está rica, así   combinando lo suave del champiñón con el carácter del puerro y el dulzor de la zanahoria. Y más ligera. 


lunes, 11 de febrero de 2013

Mi primer pan



El domingo fue un gran día. La banda británica Mumford & sons, de la que me declaro muy fan, se hizo con el grammy al mejor album del año. En los bafta, premios británicos del cine (y, para que no falte el tópico del día, una de las antesalas de los oscars) que se celebraban esa noche en Londres, Argo, una película pequeña y humilde (hasta cierto punto) triunfó sobre todopoderosos Spielberg y similares. El Barça ganó la final de la Copa del Rey de baloncesto. No estalló ningún escándalo de corrupción (esto no tiene mucho mérito, simplemente era domingo y cerraban los juzgados, pero mola). Y yo estuve todo el día de subidón, fruto de haber conseguido hacer... (y ahora debería sonar alguna especie de fanfarria y un redoble de tambor para añadir solemnidad al anuncio) mi primer pan.

La sensación, amigos, de ver crecer tu propio pan en el horno es indescriptible, pero trataremos de describirla. Es como si te enfrentaras al momento mismo de la creación, como si de pronto fueras un mago o un alquimista capaz de hacer magia amasando con las manos, o mejor, un pequeño dios dando vida a un trozo de barro. En realidad sólo eres un ser humano, pero es como si estuvieras protagonizando un paso de la evolución humana. Como los monos de 2001 ante el monolito, vamos. Afortunadamente, no había nadie en casa y ningún vecino registró la patética escena de mi júbilo simiesco. Y eso que aún no lo habíamos probado.

Debo reconocer, sin embargo, que el mérito no es mío, así que en este párrafo tocan los agradecimentos (tanta entrega de premios no podía sino influenciarnos): Gracias a la magia de las nuevas tecnologías pude preguntar en twitter a algunos de mis blogueros favoritos  (@webosfritos, @mcalabajio, @futurobloguero, entre otros) cual era el mejor pan para iniciarse, y no sólo tuvieron la amabilidad de contestar, sino que coincidieron en recomendarme la receta que publicamos hoy, esta de webosfritos.es, que con razón la llaman el pan milagro, porque en verdad es milagroso. Muchas gracias a todos ellos.

El único cambio que le hice a la receta fue usar harina normal y harina integral, en lugar de harina de fuerza. Y lo tuve cinco minutos más en el horno (porque me lo conozco, y sé que el mío es lento). Me salió buenísimo, tuvo mucho éxito y estoy deseando repetir. Y más fácil imposible. Y de lo más adictivo.

viernes, 8 de febrero de 2013

Club de lectura: Cocina Indie

En un blog que empieza todas sus recetas con un "pon música" no podía sino gustarnos un libro como este de hoy. Se titula cocina indie, pero lo más jugoso es su subtítulo: Recetas, dibujos y discos para gente diferente. Con esas premisas en la portada, ahí puestecito en la pila de novedades del librero de confianza, en el mes de junio, con la entrada para el Low Cost recién adquirida, ¿quien iba a resistirse a comprarlo? Desde luego yo no, que a moderno no me gana nadie. Así que lo compré, y la verdad es que no defrauda, da exactamente lo que promete. Recetas y canciones. Y la oportunidad de sentirte parte de esa supuesta gente diferente. Reconfortante y cálida sensación de pertenecer a algo grande pero no a una masa. A la supuesta fauna indie, señores; esa gente jóven, moderna, urbana, viajera y que habla inglés. La repera, o en otras palabras, quizás menos optimistas, gente en torno a los treinta años con síndrome de Peter Pan a los que la crísis pilló un poco tarde y les ha hecho un poco menos de daño (hasta ahora) y van (o vamos) camino de convertirnos en esto. Pero poca broma con nosotros, nos dicen desde detrás de sus gintonics, porque igual no somos más que una forma popera y simpaticona de pijerío, pero también somos los únicos que podemos remontar esto y aún no vivimos en Berlín, Londres o Rio. La tabla de salvación de la sociedad de consumo. Otra cosa es que merezca ser salvada. 

Pero aquí habíamos venido a hablar de un libro, y ya nos hemos puesto a divagar. Un libro que, además, está muy bien. Las indicaciones para cada receta no vienen en tiempos, sino en versos de canciones. Cocinaremos siguiendo la cadencia de la música de nuestras bandas favoritas (y de algunas desconocidas para mi, que soy indie, pero poco), y cocinaremos platos relacionados con ellas y otros ideales para situaciones y momentos en las que cualquier indie que se precie se habrá visto. Desde dar de comer a la familia de Leonard Cohen, cenar solo viendo la tele o preparar un gazpacho para llevar al festival de Benicàssim, a unos "pimientos del pitillo" o un "Brownie para David" (Bowie, of course) pasando por una tarde de cupcakes (sí, amigos, también hay una receta de cupcakes para esas amigas naiff que se ofenderían si las llamáramos malenis, porque ellas, a ver si te enteras, tienen una saludable distancia irónica sobre el fenómeno y yo ya estoy divagando otra vez). Pues eso, un poco de todo, bastante bien explicado por el autor de los textos, Mario Suárez, sencillo, agradable de leer y con recetas resultonas divididas en tres grandes grupos: EP (entrantes) LP (platos fuertes) y SINGLES (postres). Y con el plus de calidad de las ilustraciones de Ricardo Cavolo, con su peculiar estilo entre lo ingenuo y lo salvaje, que a mi, personalmente, no pueden gustarme más. Bastante recomendable. Sólo le falta una receta que nos gusta mucho por aquí (os remito al primer párrafo): la ensalada de tópicos, que es siempre muy socorrida para nosotros, los líderes de opinión.

Tenéis más información aquí, y una de las recetas del libro, acá.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Alitas de pollo agridulces



Soy un gran fan del pollo. Esto, dicho así, suena un poco a confesión de alcohólicos anónimos. Pero no es tan grave, aunque los puristas de lo sano dirán que a saber qué hormonas me estoy zampando entre pechuga y pechuga, porque es verdad que es muy difícil (si no imposible) saber con qué ha sido alimentado el pollo que nos estamos comiendo (queridos amigos, sí, el pollo es un animal que se cría en granjas, no se fabrica directamente en bandejas de porespan). Incluso algún mandatario imternacional ha tomado cartas en el asunto. Nosotros, ni caso. Hoy nos atrevemos incluso con la parte más denostada de este animal: las alitas, que, reconozcamoslo, no tienen mucha chicha pero son, a cambio, bastante económicas. Yo les veo un poco aire de bareto cutre con olor a fritanga, de estar muertas de risa (por no decir de asco) en la barra refrigerada junto a un bol de ensaladilla con cristalitos de hielo, blandengues y babosillas.

Dada esta introducción, que es de todo menos elogiosa, os preguntaréis por qué narices he traído hoy alitas de pollo al blog. Pues es que tengo también muy buen recuerdo de algunas alitas especialmente crujientes y sabrosas, y porque estaban en oferta, todo hay que decirlo, y encima no tenían mal aspecto. Y porque nada nos gusta más que darle una vuelta a un plato de poca enjundia y rescatarlo para el mundo de lo apetecible. No digo yo que el resultado vaya a salvaros una cena con el jefe, pero para un entrante entre amigos os puede suponer un éxito inesperado. La clave está en el rato que las dejamos macerando en el vino dulce, en la combinación con el fuerte sabor de la salsa de soja, el ácido del limón y el toque de orégano. Asadlas con cuidado de no inundarlas de salsa, añadiéndola poco a poco, y ya está, ese es todo su secreto.

lunes, 4 de febrero de 2013

Coca de atún y cebolla, con pimiento


La coca es una receta muy típica de nuestra tierra, con un carácter muy mediterráneo. De una u otra manera, se pueden rastrear preparaciones parecidas desde la pizza italiana a  la pastela marroquí, pasando por la absolutamente maravillosa "coca amb tonyina" que es tradición comerse en Alicante la noche del 21 de junio para dar comienzo a la fiesta de "les fogueres de Sant Joan". Esa coca amb tonyina (tonyina significa atún, para los monolingües) es una maravillosa masa aromatizada con anís, rellena de un sofrito de atún en salazón y cebolla. Algo que, si está bien hecho, te reconcilia con el género humano en el instante del primer bocado. Sublime, de verdad. De cara a Junio intentaremos imitarla, ya veremos si conseguimos siquiera acercarnos.

Esta coca no tiene nada que ver con la nuestra de hoy, que también lleva atún, pero en aceite, y no va cubierta, sino abierta. Es más modesta, pero también está muy buena. Es una típica coca de masa de pan (poco más o menos), que por aquí se hace con casi cualquier cobertura. Puede ser de verduras, añadir embutidos, sardinas saladas (quizás la versión más típica), o llevar un entreverado de morcilla o manteca roja (versiones tan supercalóricas que dicen que inspiraron el pan élfico del camino a Tolkien). Hoy, atún y cebolla, combinación ganadora, con un añadido de pimiento rojo, que le aporta carácter. La especie de mini marinado que hemos hecho con las verduras, es de cosecha propia, pero queda bien. La receta de la masa es de mi hermano, que no en vano vive en el epicentro de la coca alicantina (por mal que suene) que es nuestra vecina localidad  de Agost. Y está tomada del blog de su mujer, cosillas de pasilda, que ya os hemos recomendado en alguna ocasión.

viernes, 1 de febrero de 2013

Presuntas galletas sablé de chocolate

Hay ocasiones, como por ejemplo hoy, en las que uno tiene un poco la sensación de ser algo parecido a la orquesta del Titanic. Ya sabéis, esos músicos que siguieron tocando valses, mazurcas y polkas mientras el barco que se consideró insumergible se hundía sin remisión. La imagen es bien potente: todo se desmorona alrededor y nosotros nos ponemos a hacer galletas, vestidos para la ocasión con un impecable mandil a lo Betty Draper, inconscientes de que la nada acabará también por devorarnos. ¿Hay como una especie de negación de la realidad, de escapismo, de superflua superficialidad en todo esto? ¿Es por esto el boom de la pastelería cuqui-mari, cupcakes y derivados? ¿Tiene que ver con las hordas de yonquis de la butter-cream (hay que decirlo en inglés, darlings) que pululan por nuestras ciudades? ¿Es el pensamiento positivo (del tipo "si la vida te da limones, haz limonada") una forma de adoctrinamiento?  

Algo de eso hay, pero el caso es que si nos tiene que pillar hoy el apocalipsis, nos pillará haciendo galletas. Concretamente, estas de chocolate elaboradas con masa sablé, que llamamos presuntas porque buceando por la red hemos encontrado muchas variantes de esta masa de origen francés especialmente mantequillosa. Son una especie de pastas de té que están riquísimas y que, en las proporciones que indicamos son perfectas para los más chocolateros. Si queréis suavizarlas, tenéis que reducir el cacao y añadir harina. También podéis añadir azúcar, y en muchas versiones (la canónica para base de tartas con frutas, por ejemplo esta, del blog de nuestro admirado Comidista) se añade levadura, que supongo que abizcochará el resultado, cosa que será mejor para raciones más potentes. Por lo demás, sólo un consejo: si queréis utilizar moldes molones con formas bonitas, es mejor que la masa esté bien fría. Si el trabajo de rodillo se hace largo y las ablanda, podéis incluso darle un golpe de frigorífico a las galletas ya cortadas antes de hornear. Bastarán veinte minutos. Así evitaréis ese pequeño cuarteado que se aprecia en las fotos.