El otro día estaba en la cola de la caja del súper con mi brócoli, mis yogures, mis zanahorias, mis kiwis y mis manzanas, y no pude dejar de fijarme en una pizpireta parejita que estaba pasando en esos momentos por caja. Los muy inconscientes estaban comprando una cantidad inusitada de productos precocinados, pizzas, bollería industrial de la peor calaña, salsorras en bote de plástico y bebidas hiperazucaradas. Ni una triste bolsa de mezclun de lechugas. Sin embargo, allí estaba yo, con mis lorzas y mi regordeta figura, hermosa, reconozcamoslo, pero también algo boteriana, y la parejita en cuestión eran dos dioses de largas piernas, delgados y hermosos. Por lo que dejaban entrever sus ropajes, los muslos de ella y los brazos de él no podían ser más perfectos y torneados. De glúteos ya no hablaremos por no acabar castigados con un "solo adultos" por parte de blogger. Podía ser simplemente genética, horas de gimnasio, o que estuvieran muy mal por dentro. También podía ser simplemente la edad, y que estén dilapidando su belleza y juventud a marchas forzadas. Pero en ese momento, que queréis que os diga, me dio tal ataque de envidia (cochina) y rabia que en cuanto pagué me fui directo a casa, a hacer un bizcocho. Sí, ya sé que es justo lo contrario de una reacción lógica, pero aquí somos así.
Por tanto, para terminar esta semana, en la que hemos llegado a las 5000 páginas vistas en El Tio Pep (dato que lanzo al aire para quien quiera recogerlo, sin darme importancia), nos decantamos por otro de esos clásicos bizcochos que todo el mundo ha hecho alguna vez cuando estaba empezando a hornear; el de mármol. El chiste es de lo más facilón: No se llama de mármol porque quede duro como una losa de idem. sino por su aspecto veteado tan vistoso. Será tan popular entre los principiantes (entre los que me incluyo, no penséis que me hago el condescendiente) porque el hecho de separar la masa en dos mitades, cambiarle el color a una y luego volver a juntarlas sin que acaben de mezclarse te parece una técnica tremenda, el no va más de la dificultad reposteril. En este caso hemos hecho un bizcocho sin lácteos, con calabaza, azúcar moreno y harina integral (vamos, que si fuera más sano no sería un bizcocho). Con alguna pequeña variación, la receta está tomada del blog piedra, papel, azúcar. Vamos a ponernos, que es muy fácil.