viernes, 30 de noviembre de 2012

Sopa fácil de cebolla

A pesar de que en Juego de Tronos los pesados de los Stark estén todo el rato recordándonos que se acerca el invierno y aunque últimamente me encuentro esta canción de Mumford & Sons por todas partes, otra vez este año nos han vuelto a pillar desprevenidos los primeros fríos. Y cuando llegas helado a casa porque por la mañana has salido con la misma chaquetilla ligera que ayer te sobraba, te dan ganas de gritar, como en aquel viejo y emblemático anuncio de los noventa: ¡quiero una sopa! 

Pues vamos con una sopa. Una sencillita y reconfortante basada en un ingrediente humilde entre los humildes pero lleno de posibilidades: la cebolla. Y sí, puede que te haga llorar, pero piensa en el momento de cortarla como en un buen descongestionante y un tratamiento más que contrastado contra los catarros de otoño.

La receta mítica de esta sopa de cebolla acaba con unos pedazos de pan de hogaza y queso rallado por encima, y gratinada en el horno. En verdad es tan fantástica como suena, pero hoy la vamos a hacer un poco más simple y un poco (pero solo un poco) más ligera. Las cantidades que damos dan para dos raciones competentes, pero el día que la hice yo me la metí entera entre pecho y espalda y pasé de segundos platos. Pero es que yo soy un poco tragaldabas.

Como es de origen francés, nosotros le respetamos la mantequilla, pero se puede sustituir por aceite. Además de esta, admite muchas variantes. Podéis triturarla o no, añadirle o no el huevo, ponerle algún tipo de pasta o sémola, jugar con las especias. Podéis añadirle un chorrito de nata o derretirle un poco de queso de untar. Hacedla a vuestro gusto, pero hacedla. Ya veréis como es una forma estupenda de terminar un día de invierno. 


miércoles, 28 de noviembre de 2012

Granadas en ensalada


La granada es un pequeño milagro de la naturaleza. Mucho antes de que la alta cocina nos dejara boquiabiertos con la técnica de la esferificación, la naturaleza nos brindó esta fruta de diseño excepcional formada por multitud de pequeñas perlas rojas que al masticarlas dejan escapar todo un mundo de sensaciones en forma de dulce jugo, con un pequeño interior duro y algo más amargo. Si las granadas pudieran andar, yo diría que de ellas me gustan hasta los andares. Desgranarla puede ser, eso sí, una actividad algo engorrosa. Por las redes aparece de forma recurrente un supuesto truco que consiste, básicamente, en partirla por la mitad y vaciarla a martillazos. A mi no me ha funcionado nunca. Yo prefiero hacerle un corte en forma de cruz en la base, separar las cuatro partes resultantes con las manos e ir desgranado con paciencia, teniendo precaución de separar cualquier resto de la telilla blanca que recubre los granos.

La mejor manera de tomarla es, como no podía ser de otra forma, con aplastante sencillez: poner los granos en un cuenco, añadir azúcar y remover. Pero cualquier postre puede verse agrandado en color y frescura con unos granos de granada, como esta panna-cotta de Cosillas de Pasilda, el blog de mi querida cuñada Ana (pasaros por allí que se aprende un montón). Nosotros hoy la ponemos de primero, en esta ensalada de escarola cuyo mayor atrevimiento es añadirle unas lascas de queso parmesano. El contraste puede ser algo duro, pero los amantes de los quesos fuertes lo agradecerán. Los demás podéis ponerle unos trocitos de mozzarella fresca o prescindir del lácteo elemento. Allá vosotros. Por lo demás, la escarola y las nueces son tan otoñales como nuestra protagonista, y el jamón cocido le queda bien si es de buena calidad, por mucho que pueda rechinar a los más refinados. Que mira que sois especialitos.


lunes, 26 de noviembre de 2012

Coca de verduras rapidísima

Amasar con las manos es una experiencia que todo el mundo debería tener al menos una vez en la vida. Es una terapia contra el stress fantástica y además añade algo con sentido a la vida. Al mezclar los ingredientes parece imposible que de ahí vaya a salir algo consistente, que no pegan ni de lejos, pero a base de trabajo todo acaba amalgamándose en una bola que es elástica y sólida a la vez, la suma de las partes hace del todo algo mejor y más hermoso. E imposible de volver a separar. Y todo con las manos. Así que, por el precio de una receta nos llevamos una reflexión filosófica, una conclusión política, una satisfacción personal y un dolor en los brazos. 

En este caso, amasaremos una serie muy limitada de ingredientes (cerveza, harina, aceite) para hacer una coca salada, con verduras, sin levaduras químicas y que se hace en un momento. Como este blog es levantino, algún día tenemos que hacer coca de la de verdad. Y no me refiero a lo que estáis pensando, pillines, que vais siempre al tópico, sino a esa torta que la RAE define como redonda y que toda la vida ha sido rectangular, de masa esponjosa, que lleva levadura de panadería y tiene que subir dos veces, que es un poco más complicada y necesita algo más de tiempo. No te digo nada si te atreves con la coca de mollitas, un hit alicantino que acabo de descubrir que tiene, cosa que me llena de orgullo y satisfacción, entrada propia en la Wikipedia

Pero eso será otro día. Hoy hacemos algo más parecido a una pizza, con una masa fina y crujiente que es, también, más ligera y fácil de comer. En cuanto a lo que le ponemos por encima, podéis echarle imaginación o ser más bien prácticos y ponerle lo que os quede en la nevera. Unos trocitos de tomate, unas puntas de espárragos, medio pimiento a punto de corrupción, etc. Casi cualquier cosa es posible. Nosotros le pusimos cebolla, pimiento y unas rodajas de berenjena cortada fina. Pero, repito, urgad en vuestras neveras y en vuestras seseras en busca de nuevas combinaciones.


viernes, 23 de noviembre de 2012

Gazpacho historiado

Yo me pasaría de mayo a octubre tomando gazpacho sin parar. Es un primer plato perfecto para el verano, y es facilísimo de hacer porque admite cualquier proporción de los ingredientes en función del gusto de cada consumidor. No tiene más secreto que ir probando y rectificando hasta dar con el sabor y la textura que buscamos. Los ortodoxos de esta sopa me dirán que soy un sacrílego porque a mi me gusta hacerla sin pan y con muy poco protagonismo del ajo, la cebolla y el pimiento. Pero siempre me queda la posibilidad de cambiarle el nombre a "sopa fría de tomate al aire de pepino" y quedar como un rey...de la pedantería.

Me vais a tener que perdonar por traeros una receta como esta en pleno noviembre, tan veraniega y refrescante ella. Evidentemente, es preferible que esperéis a hacerla cuando sus ingredientes estén en temporada. Se trata de un gazpacho un poco barroquizado y con variaciones que preparé para una comida en casa. Tuvo mucho éxito, la verdad. Esta vez le dimos una vuelta más y sustituimos el ingrediente principal por melón. Esto tampoco es que sea el colmo de la innovación, pero al añadir jamón a la guarnición le sumamos una especie de mirada irónicamente nostálgica al mítico y anticuado entrante tan del gusto del ínclito Mikel López Iturriaga

Y es que en realidad los auténticos protagonistas de este plato son los tropezones, que contrastan y combinan entre sí tanto en sabor como en color. En este caso los langostinos eran congelados y tanto los picatostes como el jamón picado eran comprados del súper, pero podéis complicaros la vida tanto como queráis y el resultado ganará en calidad.



miércoles, 21 de noviembre de 2012

Bizcocho 1,2,3

No es que esta receta sea un homenaje al mítico programa televisivo de nuestra infancia, ni una referencia a la inmortal comedia de Billy Wilder. Ambos son hitos merecedores de una receta-homenaje, pero no es el caso de hoy. Hoy traemos la receta que quizás sea la más universal para hacer un bizcocho. Su extrema sencillez es la que me ganó para la causa de la repostería, y creo que es el caso de un montón de cocineros aficionados del mundo entero.

El nombre que le damos se debe a que las medidas se toman con el vaso del yogur que utilizamos en primer lugar, y lleva uno de aceite, dos de azúcar y tres de harina. Es fácil de recordar y de repetir. El orden que os pongo es el que creo mejor, después de haber experimentado bastante.

Esta receta es ideal como base para innovar, y se puede preparar tanto en un molde redondo para tarta, en un molde tipo plumcake o en bonitos moldes de papel individuales. En este último caso, podemos ponerles un chorretón de algo dulzón y denso por encima, llamarlas cupcakes, y cobrarlas a precio de oro. Yo (tradicional que es uno) prefiero espolvorearles un poco de sésamo por encima antes de meterlas al horno, presentarlas tal cual y llamarlas magdalenas. Si optáis por esta opción, el tiempo indicado en la receta se reduce drásticamente. En unos 20 minutejos de nada los tenéis listos. En la foto de abajo tenéis el resultado.





lunes, 19 de noviembre de 2012

Falso Brownie con avellanas




Hoy os traigo una receta de esas que da gusto hacerlas. El resultado es espectacular, con una textura densa pero esponjosa a la vez, con una cobertura crujiente que combina chocolate y avellanas, todo un clásico. Mi receta está tomada, con algunas variaciones personales (a saber: mi manía por sustituir la mantequilla por margarina, la no utilización del microondas para fundir chocolate, el grosor de la tarta, el molde circular...) de esta que os enlazo de recetas de rechupete, un sitio por el que es muy recomendable pasarse. Yo lo llamo “falso brownie” porque le ponemos levadura, y se supone que el verdadero no lleva y es, por tanto, algo más denso que este nuestro que, en realidad, no es nada más (y nada menos) que un bizcocho. El brownie verdadero está delicioso recién hecho y esta versión, sin embargo, está mejor si dejamos que la capa exterior solidifique durante 24 horas en el frigorífico. 

Pero lo realmente excepcional de esta receta es la experiencia de su preparación. Para empezar después de hornear la masa se queda un aroma de chocolate por toda la casa que es el mejor ambientador que existe. Por otro lado, pocas cosas hay más sensuales que el momento de cubrir el resultado con la cobertura de chocolate negro, que gotea lúbrica encima del bizcocho aún templado, sobre el que luego se extiende por si sola, lentamente, con el punto de espesor adecuado, con una elegancia que parece ensayada. Con el intenso placer del que está haciendo algo prohibido, metes el dedo en los restos que han quedado en el cazo, te lo llevas a la boca (o mejor lo acercas a boca ajena, si tienes una a mano) y saboreas ese maravilloso fluido aún caliente…el momento es casi erótico. Podeís prescindir del casi si sois dos.